Horrores olvidados

Los crímenes de la experimentación en seres humanos durante el Siglo XX...

Saturday, October 14, 2006

Epílogo

Ubicada en la Bahía de Guantánamo, en Cuba, se encuentra asentada desde hace más de un siglo, una Base Militar de la Marina de los Estados Unidos. Dicho país ocupó ilegalmente un área de 116 kilómetros cuadrados en 1898, en el contexto de la guerra cubano-española. Para 1903, Cuba se vió obligada a ceder permanentemente ese territorio a los Estados Unidos, por medio de la firma de un vergonzoso tratado que le garantizaba a los Estados Unidos la “completa jurisdicción y control del área” con el objetivo de extraer carbón y asentar estaciones navales. Desde el 2002, La Base Naval de Guantánamo es también la sede del “Campo de Detención de la Bahía de Guantánamo”, que funciona como una prisión militar y un centro de interrogatorios. En la prisión se encuentran recluidos unos 495 sujetos acusados por el gobierno de los Estados Unidos de tener lazos con la organización terrorista Al-Qaeda, así como con otras organizaciones extremistas islámicas. Los prisioneros fueron capturados en Afganistán y en otros lugares del Medio Oriente.

Las condiciones en las que viven los prisioneros de Guantánamo son absolutamente inhumanas y han desatado cientos de protestas alrededor del mundo. La Unión Europea, varios países árabes –incluido Arabia Saudita, aliado estadounidense—y diversas organizaciones de derechos humanos han solicitado el cierre definitivo de este centro de detención.

Los prisioneros de Guantánamo se encuentran confinados en celdas aisladas, excepcionalmente pequeñas, mal iluminadas y en las que existen temperaturas extremas. No saben de que se les acusa, se les condena sin un juicio de por medio, y no tienen derecho a ser representados legalmente por un abogado. Se les niega la oportunidad de hablar, recibir visitas o contactarse con familiares. Se les prohíbe hablar con el resto de sus compañeros detenidos o tener un mínimo de movilidad. Se les impide ver el cielo o el sol en un lugar abierto. Y, con excepción del Corán, se les prohíbe leer.

De acuerdo con diversos testimonios de exprisioneros de Guantánamo, los detenidos han sufrido humillaciones y torturas psicológicas que violentan sus valores culturales y religiosos.

“Los oficiales orinan sobre ellos, les muestran fotografías pornográficas, les
encierran en cámaras con música estruendosa, los privan durante días de todos
los sentidos (Vendas en los ojos, tapones en los oídos, cintas adhesivas en la
boca) y les aplican “sospechosas inyecciones”.
Nizas Sassi y Mourad
Benchellali, dos ciudadanos franceses que estuvieron prisioneros en Guantánamo,
creen que fueron víctimas de “experimentos” por parte del personal médico en
Guantánamo”. (Tomado de "Suicidios Inducidos, Revista Proceso, Año 29, No. 1546, 18 de Junio del 2006)

Benchellali también afirmó que dentro de la prisión existen unidades reservadas “para los que se vuelven locos”, en las que laboran “un número impresionante de psiquiatras”.

En Abril de 2005, la firma de abogados Allen & Overy envió una carta a la Asociación Médica estadounidense (AMA) en la que denuncia los abusos cometidos por médicos y psicólogos estadounidenses contratados por el Pentágono para “tratar” a los prisioneros de Guantánamo.

El 7 de Julio de ese mismo año, la revista The New England Journal publicó el informe Uso de información médica y psiquiátrica de los detenidos para propósitos de interrogación. El informe sostiene que “Desde 2002, psiquiatras y psicólogos (Contratados por el Pentágono) han empleado estrategias de estrés extremo y técnicas de recompensa por comportamiento con el propósito de extraer de los detenidos información de inteligencia valiosa para los interrogatorios”.

A fines del 2004, el New York Times publicó un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja dirigido al gobierno de los Estados unidos. Dicho informe sostiene que los expertos en tortura del Pentágono disponen de la asesoría de un grupo de psicólogos y psiquiatras llamado Equipo de Consulta de la Ciencia del Comportamiento, el cual también es conocido como Biscuit.

En Septiembre de 2005, los abogados Paul Weiss, Julia Tarver y Jennifer Ching denunciaron diversos abusos contra los prisioneros a través de los “tratamientos médicos” y afirmaron que los detenidos que han realizado huelgas de hambre son forzados a alimentarse a través de sondas o tubos de plástico.

“Yusuf Al-Shehri, quien fue detenido hace cuatro años cuando tenía 16 años de
edad, es regularmente inmovilizado en una silla especial. Le atan las piernas,
brazos y torso para alimentarlo con tubos del doble de tamaño que los usualmente
utilizados en hospitales. Ello le ha ocasionado náuseas, convulsiones y
diarrea”.

Este tipo de informes provocaron que 250 profesionales de la salud publicaran una carta abierta en la revista médica británica The Lancet. En ella piden a las autoridades estadounidenses terminar con la alimentación forzada a los prisioneros a través de tubos pues, aseguran, es una violación flagrante de los derechos humanos.

El acceso a la prisión de Guantánamo es muy limitado. Solo se permiten unas cuantas visitas de medios internacionales al año, y los periodistas que finalmente logran acceder al complejo tienen estrictamente prohibido tomar fotografías del lugar. Es posible que tengan que pasar décadas para que la verdadera dimensión de las violaciones a los derechos humanos que ahí se cometen, salgan finalmente a la luz pública. Guantánamo es un ejemplo instructivo, pues nos permite entender que el capítulo de la experimentación ilícita en seres humanos aún no es un caso cerrado. A pesar de la poca información que ha sido liberada hasta la fecha, existen los suficientes indicios para suponer que en la prisión de Guantánamo pueden estarse perpetrando experimentos médicos en seres humanos que violan las legislaciones actuales sobre la conducción de estudios clínicos.

El propósito de este trabajo fue exponer algunos de los más notorios y vergonzosos experimentos médicos que se hayan realizado en seres humanos a lo largo del siglo XX. Algunos casos han sido exhaustivamente publicitados –tal es el caso de los experimentos nazis y de las atrocidades que se cometieron durante el Holocausto. Otros en cambio, permanecen siendo desconocidos para la mayor parte del público. Tal es el caso de la gran mayoría de experimentos que el gobierno estadounidense ha perpetrado en contra de su propia población. El Experimento Tuskegee --que es probablemente el caso estadounidense más conocido-- no ha sido ni remotamente tan difundido como los experimentos nazis durante el Holocausto.

Los científicos alemanes fueron juzgados y sentenciados por sus crímenes contra la humanidad en los Juicios de Nuremberg. No ocurrió lo mismo con el Dr. Shiro Ishii y otros científicos japoneses de la infame Unidad 731, quienes a pesar de haber perpetrado crímenes que rivalizan y aún superan la atrocidad de cualquier experimento del Dr. Mengele en Auschwitz, nunca fueron procesados. No solo evadieron los tribunales, sino que continuaron con sus carreras profesionales bajo la protección del gobierno estadounidense, que por un lado pedía las máximas penas a los criminales nazis en los juicios de Nuremberg, y por el otro, auspiciaba desde hacía más de 14 años un experimento racista, que en nombre de la ciencia, dejaba agonizar lentamente a 399 afroamericanos a causa de la sífilis (Experimento Tuskegee). Otro tanto podría decirse del Dr. Sydney Gottlieb –coordinador del Proyecto MKULTRA de la CIA—, del Dr. Ewen Cameron o de los médicos militares que condujeron los aberrantes experimentos de radiación durante la Guerra Fría, a todo lo largo del territorio estadounidense. Ninguno de ellos recibieron ningún tipo de castigo por sus crímenes.

La promulgación del Código de Nuremberg (1946) y de la declaración de Helsinki (1964) constituyen gigantescos logros en el campo de la investigación clínica y de la medicina en general. Su trascendencia es indiscutible. Desgraciadamente, las evidencias nos indican que a pesar de su existencia, la realización de experimentos violatorios de los derechos humanos, ha continuado casi ininterrumpidamente desde que dichos documentos fueran redactados. Tuvieron que pasar 26 años desde la promulgación del Código de Nuremberg, para que el Experimento Tuskegee fuera finalmente cancelado. Para la época en que el Código fue redactado, el mismo experimento ya llevaba 14 años de actividad. Once años después de que el Dr. Ewen Cameron colaborara en los juicios de Nuremberg, fue patrocinado y financiado por la CIA para la realización de sus monstruosos experimentos en el marco del Proyecto MKULTRA. Los experimentos humanos de radiación que el gobierno estadounidense llevo a cabo en su propia población –y que incontrovertiblemente violaban los derechos humanos de los sujetos participantes— también fueron realizados después de la Promulgación del Código de Nuremberg, y continuaron desarrollándose durante la misma época en que se promulgó la Declaración de Helsinki.

La experimentación en seres humanos durante el siglo XX recopila algunos de los más tristes y vergonzosos episodios de la historia de la humanidad. Constituye indiscutiblemente uno de los capítulos más negros en la historia de la Medicina. Aún cuando en un principio, pueda resultar más cómodo voltear nuestras miradas hacia otra parte, pretendiendo que esta interminable serie de horrores nunca sucedieron, el conocimiento de esta parte de nuestro pasado resulta esencial. Como en otras tantas cuestiones, el conocimiento y la reflexión acerca de estos sucesos pueden ayudarnos a no repetir los mismos errores en el futuro.

Pueden extraerse varias observaciones valiosas de los crímenes que perpetraron los médicos a los que nos hemos referido en este texto. Una de ellas es la que se refiere a las obligaciones morales que tienen los médicos y los hombres de ciencia en general. La ciencia es probablemente la más valiosa herramienta con la que cuenta el ser humano en su búsqueda del conocimiento y de su propio bienestar. Pero es también el medio por el cual el hombre accede al dominio de poderes que muchas veces no esta preparado para manejar. La ciencia no exenta de responsabilidades morales a aquellos hombres que la practican. De esta forma, resulta inconcebible que la dignidad y los derechos humanos de una persona sean relegados a un segundo plano, en nombre de la investigación científica. El ser humano no puede reducirse de ninguna forma a ser un simple medio para acceder al conocimiento. La socorrida justificación de violar los derechos de los sujetos de experimentación, en nombre de un supuesto fin más importante –como es la ciencia o la “seguridad nacional”— carece de todo sustento ético. Resulta absurdo desde un principio, pues la ciencia y la medicina son los medios por los cuales el ser humano –verdadero y único fin último de ambas disciplinas— se procura su propio bienestar.

En la mayor parte de los casos presentados en este texto, los médicos creían estar haciendo ciencia, cuando en realidad sus actividades no eran otra cosa que actos criminales. Esta es otra valiosa observación. La ciencia ha sido frecuentemente usada para disfrazar los actos más bajos y degradantes. Esta es la razón por la cual la imagen que la población general tiene de los científicos, es una caricatura distorsionada a la que frecuentemente se nos enseña a temer. Es justo decir que, en muchas ocasiones, la ciencia ha sido inocente de los abusos que algunas personas han cometido en su nombre. Los médicos nazis y japoneses, así como los “investigadores” de la CIA no eran en realidad hombres de ciencia. Eran criminales que creían erróneamente estar practicando ciencia, mientras torturaban y asesinaban a sus víctimas.

Lo mismo puede decirse de la sútil implantación de ideologías racistas sirviéndose de la ciencia como vehículo. El Experimento Tuskegee es quizá el caso mas obvio. ¿Es realmente una casualidad que este experimento se llevará a cabo precisamente en Tuskegee, Alabama? ¿Fue casual que los científicos eligieran una de las poblaciones más pobres de uno de los estados más pobres de los Estados Unidos? ¿Una comunidad poblada exclusivamente por afroamericanos? ¿Cabe pensar que esto fue una casualidad si tomamos en cuenta que Alabama se cuenta tradicionalmente entre los estados más racistas de la Unión Americana? Creo que resultaría ingenuo exculpar a los científicos que condujeron el Experimento Tuskegee de este cargo, pretendiendo que la selección de su población fue aleatoria. Lo cierto es que un experimento semejante no se habría realizado nunca en la Isla de Manhattan o en Hollywood, California. No fue una casualidad, de la misma forma que no lo fue el que los sujetos de experimentación de los nazis fueran casi exclusivamente judíos, gitanos y discapacitados físicos. O que los sujetos de experimentación de los japoneses fueran exclusivamente prisioneros chinos. En casos más recientes, en 1990, el Departamento de Salud de los Estados Unidos aplicó una vacuna experimental contra el Sarampión a 1,500 bebés de la Ciudad de Los Ángeles. Dicha vacuna no estaba autorizada para su uso en los Estados Unidos. Y, de nueva cuenta, por obra de la casualidad, todos los bebés que fueron sometidos al procedimiento eran negros e hispanos. Lo cierto es que las víctimas de la experimentación en seres humanos son casi por regla general, los grupos más vulnerables y tradicionalmente discriminados de la sociedad.

El mal uso de la investigación científica nos permite analizar algunas de las peores facetas del hombre. En el caso de los horrores de la experimentación médica en seres humanos, el impacto resulta particularmente fuerte porque los crímenes provienen del miembro de la sociedad del que tradicionalmente menos esperaríamos semejantes atrocidades: el médico. Lamentablemente, la medicina es una disciplina practicada por seres humanos falibles como todos los demás. Por esa razón, nunca debemos perder de vista la magnitud de los riesgos a los que nos exponemos cuando la ciencia médica se equivoca de camino.

1 Comments:

  • At 2:57 PM, Blogger ocredeus said…

    Continuación del blog...
    www.lostscripttum.blogspot.com
    (Dos "t"s al final...)

     

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